LOS DERECHOS DEL HOMBRE A LOS DERECHOS DE LA NATURALEZA
Al tomar en cuenta las discusiones teóricas que subyacen hoyen las posiciones de los ecologistas sobre la cuestión de los derechos de la naturaleza (o del estatuto de la naturaleza como sujeto de derecho, que es lo mismo), hay que distinguir tres corrientes fundamentales.
La primera, sin duda la más trivial, pero también la menos dogmática, porque es la menos doctrinaria, parte de la idea de que a través de la naturaleza se trata una vez más y siempre de proteger al hombre, así sea de él mismo cuando juega al aprendiz de brujo. El medio ambiente no está dotado en este caso de un valor intrínseco. Simplemente, se hace evidente que al destruir el medio que lo rodea, el hombre se arriesga efectivamente a poner su propia existencia en peligro o, por lo menos, a privarse de las condiciones de una vida buena sobre esta tierra. En consecuencia, a partir de una posición que podemos llamar humanista, e incluso antropocentrista, la naturaleza se toma en consideración sólo de modo indirecto. Es sólo lo que rodea al ser humano, la periferia y no el centro. De modo que no se la podría considerar un sujeto de derecho, una entidad poseedora de un valor absoluto en sí misma.
La segunda figura marca un paso en la atribución de una cualidad moral a ciertos seres no humanos. Consiste en tomar en serio el principio Utilitarista según el cual no sólo hay que buscar el interés propio de los hombres sino, de manera más general, tender a disminuir al máximo la suma de los sufrimientos en el mundo y aumentar, hasta donde sea posible, la cantidad de bienestar. Para los defensores de esta tendencia, muy presente en los Estados Unidos (en donde ha fundado el inmenso movimiento llamado de “liberación animal”), todos los seres susceptibles de placer y de pena deben ser vistos como sujetos de derecho y tratados como tales. De modo que el punto de vista del antropocentrismo ya se encuentra un tanto resquebrajado, pues a partir de entonces los animales están incluidos, con el mismo derecho que los hombres, en la esfera de las preocupaciones morales.
La tercera forma se expresa en la reivindicación de un derecho de los árboles y de las piedras, es decir de la naturaleza como tal, incluyendo sus formas vegetales y minerales. No nos apresuremos a ridiculizarla. En efecto, es importante captar sus principios: no sólo tiende a volverse la ideología dominante de los movimientos alternativos, sino que además plantea en los términos más radicales la cuestión de la necesaria puesta en tela de juicio del humanismo moderno, es decir de la civilización occidental en su conjunto. Por supuesto, ha encontrado sus intelectuales orgánicos.
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